Lucía no sabe a dónde la llevará su camino. Ella sólo sabe que tiene irse. Filou, su fiel amigo peludo, la mira con ojos color amarillo miel y aúlla felizmente cuando ella toma su correa en su mano.
En un sueño muy intenso, escuchó un sonido proveniente de una palmera, por extraño que suene. No se trataba de una palmera cualquiera, sino de la Juvaea chilensis, endémica de Eldoria. Cuando despierta, Lucía sabe que tiene que salir a buscarla. Es el sonido de la eternidad, escondido en el palmito de la Juvaea chilensis, audible cuando el viento del oeste canta su antigua canción.
Se echa el arpa folklórica al hombro e intuitivamente toma el primer autobús hacia el sur con Filou. A medida que las calles se estrechan y la civilización se desvanece, Filou la empuja suavemente. Es hora de bajarse. Continúan a pie, sus pasos llevados por una profunda alegría por la inspiración del reino de los sueños.
Pronto llegan a una colina. Lucía se sienta en una roca, deja el arpa y toca sus nubes de sonido. Filou se acuesta a su lado. Ella siente que el viento del oeste cada vez sopla más fuerte. Interiormente hace contacto con el viento, está dispuesta a seguirlo. Y luego, después de atravesar una estepa seca, en medio del crepúsculo dorado, descubre una auténtica Juvaea Chilensis.
La palma, esa criatura mágica, despierta en Lucía sentimientos paradisíacos, ella no puede evitar sonreír. Filou corre felizmente hacia la palma; Como ser estelar, sabe muy bien de qué se trata. La Juvaea se eleva majestuosa por encima de todo: sola en una suave colina, su tronco se eleva directamente hacia el cielo, poderoso y ciertamente de casi mil años de antigüedad. Sus hojas apenas se mueven, pero a medida que Filou y Lucía se acercan, el viento del oeste ruge: las hojas de palma comienzan a sonar como cuerdas delicadas. El aire vibra intensamente. El sonido que se apodera de todo su ser y resuena en su corazón. Filou se sienta sobre sus patas traseras y coloca sus patas delanteras sobre el tronco. Lucía se asombra y coloca sus manos junto a sus patas, éstas tiemblan.
Y luego sucede.
Un escalofrío recorre su cuerpo. Lucía oye un susurro:
„Has venido, qué maravilloso…“
Una voz profunda y suave, que definitivamente no proviene de este planeta, le habla: «Sé lo que buscas. Hay un sonido que resuena en todos los seres del universo. Y estás aquí para encontrarlo en tu interior. Solo quienes elijan escuchar en su interior podrán entrar en el reino de la luz y el sonido».
Lucía mira a Filou a los ojos y queda profundamente conmovida por el mensaje de la palma. El día ha transcurrido a velocidad supersónica y una niebla plateada envuelve los valles de los Andes. Lucía se acurruca en su saco de dormir, Filou se acurruca a su lado, siente su cálido pelaje y lo acaricia. Tus ojos están inmersos en un mar infinito de estrellas, la Cruz del Sur brilla en la Vía Láctea. En el sueño, el sonido primordial resuena de nuevo: es una barcaza de sonido que la transporta al reino de la luz eterna.
Filou chirría al amanecer. Lucía se estira, se levanta y mira a Filou.
„Lo escuché de nuevo“, susurra alegremente en su oído.
El viento del oeste sopla en su rostro:
„Escúchame…“
Lucía cierra los ojos. El sonido del aire, el eco de la tierra, el temblor de las hojas, el canto de los pájaros, todo es sonido, vibración. El mundo es un enorme instrumento, cada sonido está conectado a TODO.
Un pensamiento se forma en su mente:
No estoy aquí para encontrar el sonido. El sonido está dentro de mí.
Un escalofrío le recorre la espalda. Ella coloca sus dedos sobre las cuerdas de su arpa. Pero antes de que pueda jugar, la atmósfera cambia. Algo hay aquí. O alguien. Lucía lo siente.
Un brillo dorado entre las hojas de palma, un resplandor que no proviene de las estrellas. Lentamente el tronco de la palma parece abrirse, una figura toma forma.
Un ser de luz con aspecto de hada emerge del tronco de la palma.
Sus ojos son más profundos que el universo, su cabello se mueve como ondas de energía. Ella lleva una prenda hecha de pura vibración, y cuando habla, no es una palabra, es un sonido.
Lucía queda aturdida por la figura luminosa y pregunta:
„¿Quién eres?“
El hada de la luz inclina suavemente la cabeza.
„Yo soy quien preserva el sonido primordial.“
Su voz fluye a través de Lucía como una corriente cálida.
„Lucía, tu voz interior te ha conducido hasta mí.“
La garganta de Lucía está seca y no puede emitir ningún sonido. La figura de luz lee sus pensamientos y responde su pregunta.
„Todavía crees que estás tocando el arpa…“
El hada de la luz se gira hacia ella y coloca una mano sobre el tronco de la palma. En este momento resuena el sonido primordial. No es una melodía: es el ser mismo en su forma más pura.
„No puedes tocarlo“, dice la mujer de luz. „Debes convertirte en el sonido, sentirlo con todas tus células…“
El corazón de Lucía late más rápido, se escucha, oye el ruido.
El corazón de Lucía late más rápido, se escucha a sí misma, oye el correr de la sangre en sus venas y su respiración. El hada coloca sus manos brillantes sobre los ojos de Lucía.
Y Lucía cae. ¿O vuela?
El mundo que les rodea se disuelve en luz pura, en sonido, en vibración. Onda, partícula. No ve cielo ni tierra, sólo frecuencias que danzan, vibran y se fusionan entre sí.
Y en medio de todo, un sonido.
El primero.
El último.
El OM.
Todo empieza aquí. Todo termina aquí.
Y Lucía lo siente plenamente cuando mira a Filou a los ojos:
Ella es el sonido, la palma, Filou, ella es todo lo que es, más allá de las palabras: Ser.
El hada de la luz parpadea hacia ambos y desaparece nuevamente dentro del tronco de la palma. Y de repente Lucía siente sus dedos deslizándose sobre las cuerdas de su arpa. Viene desde dentro, el sentimiento de ser uno, mientras el viento del oeste los acompaña suavemente.
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